miércoles, 14 de abril de 2010

Centenario de Mayo, 1910

Este 2010 se cumple el Bicentenario de la Revolución de Mayo, del que ya hablamos en otro artículo, pero ahora recordemos cómo fue que en 1910 se conmemoró el primer Centenario de la Revolución de Mayo.

Torre de los Ingleses

Buenos Aires en 1910 era una ciudad muy importante en el mundo. Tenía un millón doscientos mil habitantes, la ciudad más grande de Latinoamérica, y la octava del mundo. También era una de las más ricas gracias al modelo económico agroexportador que venía aplicando Argentina desde 1880.

Argentina en 1910 estaba en el punto más alto que ha alcanzado en su expansión económica. Buenos Aires era un centro que atraía a inmigrantes de todo el mundo. Y así como era de poderoso el país en lo económico, debía demostrarlo. Lo hizo con su festejo del Centenario de la Revolución de Mayo.

Para ello montaron lo que se llamó la Exposición International del Centenario. Pero quienes montaron esta demostración de lo que el país podía ofrecer al mundo, fueron capitales privados, principalmente liderados por la Sociedad Rural Argentina y Unión Industrial Argentina.

La exposición duró desde mayo hasta noviembre d 1910, y se concentró en el Barrio Norte de Buenos Aires, desde la Plaza San Martín al Parque 3 de Febrero. Se organizó por rubros y por las provincias argentinas y naciones invitadas.

Todo esto transcurrió en un contexto de inestabilidad política, ya que Argentina había sido gobernada por un sistema conservador y elitista, que no permitía la llegada de las masas al poder, y ni siquiera a participar en él, valiéndose del fraude para ello.

Dijimos que Argentina estaba en su pico más alto, y justamente es desde allí de donde empezó a caer. La Celebración del Centenario buscaba mostrar una imagen de prosperidad ante el mundo, una imagen de solidez institucional, pero que viéndolo desde una perspectiva histórica nos muestran que era realmente un esfuerzo por sostener un sistema político desgastado. Un sistema que cambiaría poco tiempo después.

Manuel Galves, opinaba en esa época sobre el Centenario:

“¡La superficialidad! He aquí la condición más arraigada entre los argentinos del presente. La superficialidad es la síntesis de nuestras cualidades execrables. [...] Ella es el espejo en que el pueblo argentino contempla sus méritos exteriores, esos méritos exteriores que denuncian una absoluta vaciedad espiritual. Ella nos ha convertido en el pueblo más vanidoso de la Tierra. Aquí se vive en perpetua mise en scène, triunfa lo decorativo y se vituperan los valores éticos espirituales. [...] Aquí somos como ciertos propietarios que ponen todo el lujo de su casa en la fachada mientras el cuarto de baño carece de esenciales comodidades. La vida nacional está envenenada de exhibicionismo. Sólo admiramos lo exterior, lo que brilla, lo que deslumbra”.

Galves tiene razón, ya que Argentina se maquilló para el Centenario, y comenzó a hacerlo desde mucho antes. Por ejemplo ya desde 1906 se comenzó a construir el hoy conocido como Predio Ferial de Palermo de la Sociedad Rural, con miras a la celebración del Centenario. Fue utilizado en la Exposición Internacional para exhibir el ganado argentino en el denominado Pabellón Frers.

También son resabios dela Celebración del Centenario el Monumento de los Españoles y la Torre de los Ingleses, construidos para la Exposición y donados por la colectividad española el primero, y por la inglesa el segundo.

Pero como decíamos, era un maquillaje. Por dentro Argentina no era tan próspera como se vendía, apenas si una tercera parte de los chacareros eran propietarios de las tierras que trabajaban. Casi todo estaba en manos de unos pocos, e incluso las grandes empresas como los ferrocarriles, habían sido regaladas e extranjeros, incluso exentas de impuestos.

Mientras en la Avenida de Mayo se realizaba un gran desfile militar, en otros lugares los obreros realizaban actos de protesta por el cierre de los sindicatos, sofocados por el estado de sitio en el que se vivía en 1910.

Fuente

  • “Celebraciones centenarias: nacionalismo y cosmopolitismo en las conmemoraciones de la Independencia. Buenos Aires, 1910 – Río de Janeiro, 1922”, por Álvaro Fernández Bravo. Capítulo 10 de Galerías del progreso.

miércoles, 7 de abril de 2010

Enfermedades de 1810

Aprovechando el Bicentenario de la Revolución de Mayo, vamos a comenzar con una serie de artículos sobre cómo era la sociedad en 1810. En este artículo nos centraremos en la salud de 1810, o sea las enfermedades que se producían en el Virreinato del Río de la Plata para los tiempos previos a la Revolución de Mayo.

Maletín de médico, siglo XIX Cabe aclarar que por aquellos tiempos Buenos Aires también era húmeda, y al parecer lo era más que ahora, o por lo menos a los españoles y extranjeros les costaba acostumbrarse.

Por eso muchos cronistas se quejan del viento húmedo que cala los huesos, y predispone al reumatismo. También eran muy comunes las fiebres de todo tipo y el llamado mal de garganta.

También abundaban los problemas de caries dentales, esto seguramente por el exagerado gusto de los porteños por los dulces. Por eso era normal ver por la calle a gente con la cara atada con un pañuelo que se creía podía disminuir el dolor de muela.

La ciudad de Buenos Aires era muy sucia para 1810, esto hacía que fuese un caldo de cultivo para todo tipo de gérmenes. Razón por la cual se precipitaron muchas pestes y epidemias en la ciudad: como anginas, viruela, sarampión y disentería.

Uno de los principales problemas era el agua, que se solía comprar al aguatero. Que claro, no quería trabajar mucho entonces tomaba el agua del río de la plata, del mismo lugar al que iban la lavanderas a lavar la ropa, y donde los pescadores dejaban los restos de sus capturas.

Otras enfermedades comunes en 1810 eran las fiebres catarrales, tisis, fiebres intestinales, hepatitis, sífilis e incluso rabia, causada por los abundantes perros callejeros de la ciudad. También la peste bubónica trasmitida por la gran cantidad de ratas que había.

Médicos y Curanderos

Para paliar tantas enfermedades, había muchos médicos en el Buenos Aires de 1810. La mayoría de ellos habían estudiado y egresado del Protomedicato, una escuela de medicina local, donde también se examinaba a los médicos extranjeros que querían ejercer en Buenos Aires.

Había tres hospitales en Buenos Aires para 1810, dos para varones y uno para mujeres, este último con apenas 50 camas.

Es interesante notar que por aquellos tiempos los médicos escribían sus recetas en latín, según regulaciones del Protomedicato, esto era para que los pacientes no pudieran entenderlas. Pero ya en tiempos posteriores a la Revolución, esto cambió y se les obligó a escribirlas en castellano, tiempo en que empezó a hacerse cada ves más ilegible la letra de los médicos.

Pero que hubiese médicos no descarta que también existiesen curanderos, quienes trabajaban casi tanto como los médicos, si bien con artes “mágicas”.

Fuentes

  • La pequeña aldea. Raquel Prestigiácomo, Fabian Uccelo. Eudeba.
  • Los días de Mayo. AAVV.